Me subyuga la ambigüedad
que nos sostiene a los dos
pues pareciera que sea yo
la que muere por ti
más eres tú el que no vive sin mí.
Y así va pasando esto de existir.
Desquiciados los dos.
Perdiéndonos por las esquinas del saber querer.
Encontrándonos en los pliegues del mirando ver.
Intuyendo que esto de adivinar
ni tiene sentido remembranza ni opción.
Despidiéndonos eternamente
sin desalojar el sentimiento
de esta ambivalente demencia
que nos invierte a los dos.
Y así en mi alma
cóncava y convexa
mueren preguntas blancas.
Porque ni quiero ni sé
si siento yo o si lloramos los dos.
Extemporáneos espejos del tiempo
que devuelve la amada soledad.
Soledad solo mía o…
Quizá de amante ambigüedad.
